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Desde mi ventana en Maputo

Momento de una conferencia realizada para público joven sobre violencia de género

Desde mi ventana en Maputo

Madrid, 8 de septiembre 2015.-¿Qué es lo que puede ver desde su ventana alguien que trabaja para Médicos del Mundo? Como si de una deformación profesional se tratara, yo desde un sexto piso tengo una panorámica perfecta del Hospital Central de Maputo, justo en la acera opuesta a la nuestra, la puerta principal de entrada, con el jardín a la derecha y urgencias a la izquierda.

Las y los cooperantes de las ONG españolas de salud tenemos la suerte de podernos alojar, junto con el personal de la Oficina Técnica de Cooperación y becarios y becarias de la embajada de España, en un edificio que el Ministerio de Salud de Mozambique ha cedido en usufructo a la Cooperación Española para facilitar su importante labor en el país.

La vista del Hospital Central me recuerda todos los días los desafíos que Mozambique enfrenta para garantizar el derecho al acceso universal a una salud de calidad. El bullicio es constante (¡hasta predicadores se escuchan, desde mi ventana!) y a menudo nos encontramos en la puerta a familiares de personas enfermas abrigándose del implacable sol del medio día bajo la sombra proyectada por el edificio. Las y los vendedores de la calle, en cambio, no conocen hora. Siempre hay alguien que necesita un refresco, unas galletas o un plátano para engañar el hambre en las largas esperas.

Les miro por la mañana mientras recojo el uniforme del colegio de mi hija tendido la noche anterior en el balcón de la sala y me pregunto sobre su vida, de dónde vienen, lo que deben de haber pasado antes de llegar al mejor hospital público del país. Sí, porque las personas que esperan en la calle, las que duermen sobre los bancos de madera, las que tienen que pagar 150 meticales (3,75 euros) por una consulta, todas tienen que tener un buen motivo para desplazarse hasta el centro de la capital, puesto que sólo las personas de clase media pueden permitirse vivir en la parte urbana de Maputo. Pero, claro, estamos hablando de un país que cuenta con un médico cada 22.000 habitantes, donde los medicamentos, aunque subsidiados, escasean y cuyo presupuesto en salud depende en más de un 50% de la ayuda internacional. Así que es fácil hacerse una idea de las dificultades que existen para conseguir un buen análisis de laboratorio, una atención especializada o una simple radiografía.

Momento de una conferencia realizada para público joven sobre violencia de género
Momento de una conferencia realizada para público joven sobre violencia de género

Curso de Prevención sobre Violencia contra las mujeres

Hace un par de años, un poco más arriba, en el barrio de Alto-Maé, empezó a funcionar uno de los dos Gabinetes de Atención a Familias y Menores (GAFM) de la provincia de Maputo, por lo que hasta hace poco también las mujeres víctimas de violencia de género tenían que desplazarse hasta el centro de Maputo para ser atendidas con profesionalidad en las denuncias de los malos tratos. Pero hoy, gracias al trabajo de Médicos del Mundo, en los barrios periféricos de la ciudad satélite de Matola, con más población inclusive que Maputo,  las mujeres disponen de algo más. Desde abril del año pasado pueden contar con un verdadero Centro Integrado de Atención (CAI) en el que las víctimas de violencia de género reciben, en el mismo lugar, asistencia médica, social, psicológica, jurídica y legal.

El trabajo es incipiente y queda mucho por hacer para lograr que el centro sea efectivo y se convierta en un referente para todos los servicios involucrados en el mecanismo multisectorial de atención a las víctimas, pero cada día, mientras dejo el hospital central y conduzco mis 16 kilómetros hacia nuestra oficina en Matola, me llena de emoción pensar que estamos poniendo nuestro grano de arena para acercar a la población un servicio que salva vidas, ya que se calcula que dos tercios de las mujeres en Mozambique sufren violencia de género a lo largo de su vida.

Allí me espera el equipo local, Benigna, especialista en violencia de género; Isac, educador social; Amina, administradora; Chico, el logista; Aurora, la limpiadora de la oficina, y los fieles vigilantes, Félix, Domingos, Vitorino y Antonio, todos ellos, menos Benigna, llevan años trabajando con Médicos del Mundo y es la primera vez que veo tanto compromiso con la causa y tanta estabilidad en un equipo, lo cual es no es sólo para mí motivo de mucha alegría sino también sinónimo de confianza.

Equipo Matola - MdM España

Equipo de Médicos del Mundo en Mozambique

Tras diez años de trabajo en VIH-Sida y en atención primaria en salud, ahora pasamos nuestros días luchando contra la violencia de género y promoviendo los derechos sexuales y reproductivos. Días a veces un poco aburridos entre informes y gestiones administrativas, a veces muy entretenidos cuando realizamos ferias, talleres, marchas o, simplemente, nos interrogamos – junto con las organizaciones comunitarias de base que nos acompañan en nuestro camino – sobre cómo mejorar nuestra intervención. ¿Cómo hacer para que las víctimas denuncien, para que las instituciones se coordinen en la derivación de los casos o para que los varones participen en las actividades de sensibilización? Y muchas veces vamos al terreno y escuchamos los problemas de las relaciones entre mujeres y hombres, problemas desgraciadamente típicos como que las novias tienen un “lobolo” (precio) y la vida de una mujer vale mucho menos que la de un hombre.

Y así va terminando otro día y mientras conduzco de regreso a casa pienso en un anuncio “positivo” que escuché hace poco y que decía algo como: “hoy falta un día menos para que se termine la crisis”. Sonrío. Puede ser que gracias a nuestro trabajo falte un día menos para el fin de la violencia de género en Mozambique, aunque lo que es seguro es que queda menos para volver a colgar el recién lavado uniforme de mi hija y ver, desde mi ventana, el bullicio del Hospital Central de Maputo.