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Experiencias positivas contra el SIDA en Zambia

Experiencias positivas contra el SIDA en Zambia

Por Zarina Geloo (Panos London)

Lusaka (Zambia).- La clínica de Chawama, en un suburbio de Lusaka, la capital de Zambia, deja mucho que desear a primera vista. La pintura de las paredes ha desaparecido, el alcantarillado se ha colapsado por la basura, y un olor rancio se cuela entre las viviendas levantadas de forma caótica. Pero Aliness Munyanta, una voluntaria educadora del área, sólo tiene buenas palabras para este centro de salud. “No se deje engañar por el entorno - dice mientras sujeta el bebé a su espalda con su pañuelo de algodón - esta clínica salvó la vida de mi hijo ”.

Munyanta perdió a dos de sus hijos por el SIDA, antes de que cumplieran once meses. Pensaba – las supersticiones están muy arraigadas – que su suegra la había embrujado. “Las cosas no iban bien en casa, - recuerda – mi esposo comenzó a decir que yo estaba maldita. Mi suegra dijo que yo no podía vivir con la familia porque estaba enferma. Los vecinos me evitaban.”

“Cuando mi segundo hijo murió, en 2002, la enfermera me dijo sin rodeos que no volviera a quedarme embarazada y, de hecho, dejé de tener relaciones sexuales porque tenía el SIDA y estaba siendo un problema para mi familia. Entonces la gente creía que si tenías el SIDA te morías. Y yo quería matarme,” cuenta Munyanta.

Cuando volvió a quedar encinta, durante su embarazo Munyanta recibió el AZT (un fármaco que se da a las mujeres para evitar que la enfermedad se transmita al hijo). Tras el nacimiento de su hija, ésta también recibió terapia antirretroviral durante seis meses.

El gobierno de Zambia distribuye gratuitamente los antirretrovirales. En el país hay 80 centros oficiales de distribución de antirretrovirales y otros 400 ofrecen este servicio. La clínica Chawama es uno de ellos.

“Pensaba que era un milagro - dice Munyanta.- “No puedes imaginar mi alegría. Le daba las gracias a Dios porque sé que muchas mujeres no han tenido mi suerte.”

El fin del silencio

Si bien la experiencia de Munyanta es un ejemplo de la suerte de muchos seropositivos en Zambia, un paseo por la clínica muestra que, en el país, todavía queda un largo trecho por recorrer a la hora de realizar pruebas, de tratar a la gente y de asesorarla.

Las colas en los servicios prenatales son largas. Es la única clínica en el área que ofrece una exhaustiva atención prenatal. Hay una sola comadrona y una única enfermera. Las mujeres esperan pacientemente su turno. Se pasan el tiempo hablando de “esta enfermedad”. Algunas confiesan abiertamente que son seropositivas, otras lo niegan ante el murmullo de incredulidad de sus amigas. La conversación, en cualquier caso, es bastante descafeinada. Es un tabú hablar de ello durante el embarazo (a menos que quieras tener mala suerte) y más hablarlo con extraños.

“El estigma y la negación son muy altos,” dice la enfermera, Suzgyo Banda. La clínica trata de ofrecer terapia y pruebas confidenciales, pero eso no es nada fácil ya que el despacho es pequeño y está junto a la sala de espera. El tiempo que transcurre entre las pruebas, la terapia y el suministro de los medicamentos es, a menudo, tan largo que muchas mujeres se cansan y se van.

“Pero no es tan malo como antes,” dice Banda. Y añade que “tenemos algunas madres que vienen con sus esposos. Hemos acordado con algunos servicios de autobús el reembolso a las parejas que vengan para terapias y pruebas voluntariamente y eso nos ha permitido tener más pacientes. Quedan lejos esos tiempos en que la mujer soportaba la carga de la enfermedad, sola, con miedo y en secreto.”

El SIDA tiene rostro de mujer

En Zambia dicen que el VIH y el SIDA tienen rostro de mujer. Aunque la epidemia se ha extendido a todos los sectores de la sociedad zambiana, ricos y pobres, las mujeres jóvenes y las niñas son las más vulnerables. La prevalencia del VIH entre las mujeres de entre 15 y 24 años cuadriplica a la de los varones de la misma edad, según ONUSIDA.

Hay numerosos factores, consecuencia de la desigualdad de género y de la pobreza, que contribuyen a esta alta prevalencia entre las mujeres. Aparte de ser biológicamente más vulnerables a la infección del VIH por mantener relaciones sexuales sin protección, las mujeres a menudo no saben que pueden negarse a mantener relaciones con sus esposos. En un estudio sobre comportamiento sexual realizado en 2008, el 15 por ciento de las mujeres informaron haber sido obligadas a mantener relaciones sexuales. A ello se añade la falta de educación y de oportunidades para las jóvenes.

“Cuando un hombre llega al hogar, es difícil que una mujer le diga que debe utilizar el preservativo. Pondría su matrimonio en peligro,” dice Rosanna Price-Nyendwa, directora del programa CHAMP (Programa de Gestión Global del VIH-SIDA), una ONG local que trabaja con organismos del sector público y privado para ampliar los programas de VIH/SIDA.

Del silencio a la esperanza

Con una prevalencia del 14,3 por ciento entre las personas de entre 15 y 49 años, Zambia es uno de los países subsaharianos más afectados por la pandemia. El primer caso de VIH, en Zambia, apareció en 1984.

A principios de los noventa se estimaba que una de cada cinco personas estaba infectada por el VIH, pero los políticos eran reacios a hablar de ello y a admitir la escala de la epidemia en el país.

Sin embargo, en 2002, el gobierno de Zambia creó el Consejo Nacional para el VIH, el SIDA, las Enfermedades de Transmisión Sexual y la Tuberculosis (NAC) y, en 2004, el entonces presidente Mwanawasa declaró el VIH SIDA emergencia nacional. Prometió fármacos antirretrovirales para 10.000 personas a finales de aquel año y que ampliaría este servicio a 100.000 para finales de 2005.

Desde 2004 la cifra de la mortalidad por el VIH SIDA ha ido a la baja gracias a que se aumentó la cifra de pacientes que podían acceder al tratamiento. En 2007, unas 56.000 personas murieron como consecuencia del VIH, por debajo de los más de 66.000 de 2003. La gratuidad del tratamiento con antirretrovirales ha tenido mucho que ver.

¿Sostenibilidad?

Sin embargo, los investigadores advierten que el principal desafío es la sostenibilidad del tratamiento. Si bien el gobierno ofrece servicios gratuitos para evitar la transmisión del VIH de madre a hijo, sólo el 36 por ciento de las mujeres que siguen el tratamiento lo completan, según el propio Ministerio de Salud de Zambia.

Por una parte, uno de los grandes retos de las personas que viven con el VIH, en Zambia, es la mala nutrición. Los antirretrovirales no se pueden tomar con el estómago vacío ya que pueden provocar mareos, náuseas y vómitos. Es necesaria una buena nutrición para ayudar a reconstruir el sistema inmunológico. Por otra parte, otro de los retos son las largas distancias que deben recorrer muchas personas, especialmente en las áreas rurales, para llegar a los centros y la falta de medicamentos.

Munyanta es testigo de lo difícil que es llegar y seguir el tratamiento. Tiene que andar hasta el barrio vecino para conseguir el agua potable que necesita para tomar con su medicación. Aparte, ella forma parte de ese 67 por ciento de zambianos que viven por debajo del umbral de la pobreza y no siempre tiene qué comer.

“Sólo piensas en el objetivo final, de lo contrario no aguantarías” cuenta la mujer. “Tengo que mantenerme positiva.”

Cambiar comportamientos

En Zambia sólo el 28 por ciento de la población entre los 15 y 49 años saben si tiene o no el VIH, según ONUSIDA.

“Debemos insistir en los que no se han hecho la prueba, - dice el activista contra el SIDA, Felix Mwanza, coordinador del grupo Alfabetización para el Tratamiento y la Defensa de los Derechos de los afectados por el SIDA - porqué los seropositivos suelen ser cuidadosos en su comportamiento sexual; lo que no lo saben siguen siendo imprudentes.”

Para Mwanza el problema es cómo sostener la atención que hasta ahora se ha brindado a los infectados por el VIH: “Cada vez son más la personas atendidas y eso es bueno. Pero la gente se cansa de tomar la medicación y el virus se adapta y es cada vez más resistente. Necesitamos preocuparnos por cómo mantener el tratamiento.” También dice que si bien la prevalencia del VIH se ha estabilizado, los principales vectores de la pandemia no han cambiado a lo largo de los años: promiscuidad, escaso uso del preservativo, bajos niveles de circuncisión masculina, migración laboral, comportamientos de alto riesgo entre las trabajadoras sexuales y transmisión materno infantil.

Según Felix Mwanza, en Zambia, la cifra de mujeres infectadas es desproporcionada, así que los recursos deberían canalizarse en ese sentido: “Tenemos un problema con el cambio de comportamientos, así que la financiación debería ir en esa dirección. Con el tratamiento, hemos contenido el VIH/SIDA y lo que necesitamos es eliminarlo.”

Aliness Munyanta sale de la clínica. Su hija ya está vacunada. Piensa en todo lo que le ha pasado a su vida en apenas unos años: "soy pobre, no he tenido educación y carezco de las cosas más básicas, pero en cierta manera he conseguido sobreponerme a todo y hoy tengo un bebé sano.

Su mensaje, que hoy comparte con otras personas, es alentador: “Aún siendo seropositiva es posible disfrutar de una vida normal. Sólo tienes que controlar tu vida, ir a la clínica, buscar ayuda y no dejar que te hundan."

Fuente: Mundonegrodigital