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Se abren las puertas a la esperanza

Fotografía: Médicos del Mundo

Se abren las puertas a la esperanza

Esta semana se han abierto por fin las puertas de las residencias de mayores de varias comunidades autónomas. Como las de Castilla-La Mancha, donde Médicos del Mundo trabajamos para combatir la expansión de la COVID en 16 de estos centros.

Excepto un breve paréntesis en el otoño del año pasado, cuando creíamos que la pandemia remitía, quienes viven en estas residencias llevan casi un año sin salir de ellas y sin apenas recibir visitas. En la de la fundación Honorato Fernández, de Yeste (Albacete), la última visita se registró el 4 de noviembre. Y aunque aquí no podrán ir al teatro, como ocurrió ayer en Madrid con un grupo de ancianos ya inmunizados, solo salir a tomar el sol de invierno ya es un plan mayúsculo. 

Ahora todos han recibido al menos la primera dosis y la esperanza ha entrado en las residencias. Las vacunas entran, los mayores salen. Esto sí que es un cambio de rumbo y de sentido. 

Las trabajadoras -toda la plantilla es femenina aquí- ven que los residentes necesitan salir para no marchitarse, pero tienen miedo. Y la mascarilla no lo tapa. En los lugares donde entró el virus y se llevó por delante tantas caras conocidas, el personal está en tensión. Porque a Benigna, la auxiliar de turno la había levantado de la cama por la mañana y le había servido la mandarina de postre. Y al día siguiente ya no estaba. Y la echa de menos y se pregunta qué ha hecho ella mal para que el bicho entre.  

Vacuna contra el virus y contra la relajación 

La vacuna es una capa más de protección, pero hay que seguir manteniendo las demás. Es difícil hacer entender eso, pero así es. Y así se lo cuenta al equipo de la residencia Angelo Pirola, el especialista en prevención y control de infecciones de Médicos del Mundo. Distancia, mascarilla, higiene, salas aireadas. Insiste en el riesgo de los momentos en los que se baja la guardia, como el tiempo del café, de la comida o el cigarro en el rato de descanso. 

Ahora toca explicar estas normas a las familias, porque, aunque la vacuna impide desarrollar la enfermedad, las personas que han recibido la inmunización pueden seguir transmitiendo el virus y transportarlo otra vez de fuera hacia dentro de la casa de mayores. Tiemblan sólo de pensarlo. Enarcan las cejas y se aprietan las manos. 

 

La pandemia social en el mundo rural 

Para un pueblo como Yeste, de poco más de 2.500 habitantes, una residencia de mayores es una herramienta para anclar a la población en este rincón de la España vaciada. Mantiene más de una decena de puestos de trabajo para 29 residentes. Es casi la mayor empleadora del pueblo, enclavado en una esquina de la provincia de Albacete, más cerca de Jaén que de la capital provincial. Un paisaje de quitar el hipo, pero a 75 kilómetros y una hora de carretera de montaña del hospital más cercano, el de Hellín. 

El equipo, formado por gerocultoras, auxiliares de enfermería, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas y personal de cocina y limpieza, ha tomado todas las precauciones que conocía posibles, pero los contagios han roto la confianza de algunas familias de la comarca que en estos momentos se están planteando buscar una plaza en un centro para sus mayores. Y necesitan restablecerla, porque este centro es seguro y porque su cierre mataría al pueblo.

La vacuna emocional 

Cuando Ana Lerma, la directora, dio positivo por coronavirus, dejó a su familia fuera y se encerró con “sus” abuelos en la residencia. Aislada en una habitación, no dejó de trabajar ni un minuto. Durante la sesión de formación de esta semana, ella permanecía de pie, en guardia, agotada pero con absoluto control de las circunstancias. Inma, auxiliar de geriatría con seis años de experiencia, lloraba. Pilar se removía en el asiento, como para quitarse la tentación de sucumbir a la emoción. Entre todas las que escuchaban en el comedor del centro, suman más de cien años de experiencia laboral en cuidadosAguantaron diez meses sin contagios, surfearon con éxito lo peor de la primera ola, y se sienten derrotadas por haber dejado un resquicio vulnerable en el último minuto: murieron seis residentes en las primeras semanas de 2021. Fue como perder de penalti injusto en la prórroga del partido, cuando el árbitro ya se ha llevado el silbato a los labios y la ansiada vacuna estaba a punto de certificar el triunfo. 

Necesitan ser escuchadas y reclaman respuestas que no siempre existen. Médicos del Mundo les está prestando apoyo emocional a través de técnicas de ayuda como el PRH (personalidad y relaciones humanas). Afortunadamente, cuentan también con Fátima, una psicóloga que trabaja varias horas a la semana en el centro y que ahora va a tener que multiplicarse para atender a residentes, familias y compañeras. 

Sin el personal cuidador no hay cuidado posible".

Es lo que Angelo les recuerda. “Habéis vivido la peor experiencia laboral que se puede vivir. Ahora sois más fuertes”, las anima. Y ellas asienten tímidamente. 

Como decía María, que vive en la residencia Nuestra Señora del Carmen de Valladolid -uno de los 30 centros en los que ha trabajado Médicos del Mundo durante la pandemia-, “es que pensábamos que esto iba a ser más corto”. Pues eso. 

Médicos del Mundo, especialista en epidemias internacionales 

Nuestra organización, que trabaja dentro y fuera de España en prevención y control de la covid-19, ha ampliado desde 2020 su trabajo a las residencias de mayores y personas con discapacidad, donde hemos formado a más de 1.200 profesionales para evitar contagios. El proyecto ya se ha llevado a cabo en 30 centros privados ligados a asociaciones sin ánimo de lucro en Castilla y León y Castilla-La Mancha y se prevé extenderlo a otras comunidades.  

Los equipos de nuestra ONG, con experiencia en epidemias de cólera o ébola en decenas de países, instruyen a este personal en contenidos esenciales como la gestión de residuos, la organización de los espacios en zonas limpias (verdes) y contaminadas (rojas) en caso de entrada del virus, además de dotarles de competencias para la evaluación de riesgos y asesorarles en la adecuación de los protocolos de cada centro. Con estas formaciones, tanto en línea como presenciales, se busca proteger de la infección por Sars-cov2 y de la enfermedad de la COVID-19 tanto a las y los residentes como al personal sociosanitario, dos de los colectivos más expuestos y golpeados por este coronavirus.