Dona

¿Qué fue de Filipinas?

El trabajo e nuestra organización se centra en recuperar la operatividad de algunos servicios del hospital de Tacloban.

¿Qué fue de Filipinas?

Javier Arcos, médico del equipo de Médicos del Mundo desplazado a la zona en la emergencia

Cuando llegamos a la isla de Leyte, tras el paso del tifón Haiyán (Yolanda), y comenzamos a trabajar para recuperar el funcionamiento de dos hospitales del sistema nacional de salud, en las localidades de Carigara y Tacloban, jamás imaginaríamos el olvido mediático en el que ha caído esta emergencia en la actualidad.

Tardamos casi dos días en llegar desde Manila, pasando en nuestra ruta por la isla de Cebú, única isla cercana en la que encontrar combustible, vehículos, agua potable y alimento, antes de llegar a Leyte. En el trayecto en barco desde Cebú a Leyte, volvían a casa por primera vez algunas de las pocas personas afortunadas que pudieron salir de Leyte el día previo al tifón, escapando a Cebú en busca de refugio, donde el impactó fue mucho menor.

En el largo trayecto nos transmitieron su gratitud, pero a la vez, su miedo, miedo por lo que dejaron atrás. Sin comunicación desde que se marcharon de casa y sin posibilidad de contactar por teléfono con sus familias debido a los estragos del viento -que llegó a los 314 Km/hora-, compartían con nosotros su incertidumbre: ¿Qué habrá sido de mi familia? ¿Habrá aguantado mi casa? ¿Y mi ganado? ¿Mis cultivos? ...

La primera impresión después de atravesar los más de 100 km que separan Ormoc de Tacloban –un trayecto que nos llevó casi cuatro horas-, fue la de un tifón de mayor dimensión de lo esperado (Leyte fue sólo una de las cinco islas más golpeadas). Interminables campos de palmeras literalmente arrasados, viviendas colapsadas, gasolineras convertidas en amasijos de hierro, y niños solicitando ayuda en la carretera. Una fantasmagórica imagen con una característica banda sonora, el “tac, tac, tac”, incesante sonido de del metal siendo reutilizado por los afectados, construyendo con los restos de lo que fue su vida, un incierto futuro.

La respuesta a gran parte de las preguntas que se hacían en el barco se resume con los datos de la catástrofe que ahora conocemos: más de cuatro millones de desplazados debido a la pérdida de un millón de casas, más de 6.000 fallecidos reconocidos, y varios miles que aún siguen desaparecidos, y una región de Filipinas, Visayas, con su sistema sanitario severamente dañado, y un porvenir económico y social para las familias que lo han perdido todo, realmente pesimista.

Una vez que se ha sorteado el crítico primer mes, con el apoyo de la ayuda internacional y la solidaridad del pueblo filipino, los más de cuatro millones de desplazados y los pocos que han mantenido sus viviendas, seguirán enfermando. Seguirán dando a luz y requiriendo intervenciones quirúrgicas en los hospitales huérfanos de paritorios y quirófanos. Seguirán necesitando agua y alimentos, y un lugar en el que cobijarse, antes de que comiencen las lluvias de enero, y deban abandonar los centros de evacuación en los que muchos filipinos y filipinas siguen hacinados, aumentando el riesgo de que aparezcan las temidas epidemias.

Con gran parte del personal sanitario filipino de nuevo en sus puestos de trabajo a pesar de lo vivido, la labor de Médicos del Mundo se centra ahora en ayudar a recuperar junto al departamento de Salud de Filipinas, el funcionamiento de dos hospitales en Carigara y Tacloban: el Hospital distrital de Carigara, de 2º nivel, con 50 camas y capacidad para realizar partos, cesáreas e intervenciones de cirugía general, y que cubre una población cercana a los 180.000 habitantes, y el Hospital Regional Eastern Visayas de Tacloban, único de 3er nivel en la isla de Leyte, con 300 camas y dotación de la mayor parte de especialidades médicas y quirúrgicas para más de un millón de habitantes. Ambos quedaron parcialmente destruidos por el tifón, y con una operatividad muy comprometida.

Agua, seguridad alimentaria, educación, vivienda, sanidad, y cuatro millones de desplazados. Son demasiados argumentos para que cinco semanas después del peor tifón registrado en la historia de Filipinas nos olvidemos de ellos. Nadie debería ser desechado, ni aquí, ni allí.