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Solicitar asilo: la última salida

Fotografía: Médicos del Mundo

Solicitar asilo: la última salida

En Mesoamérica, la situación sociopolítica y de violencia generalizada hace que la población migrante termine buscando refugio internacional debido a que, a pesar de intentar rehacer sus vidas con el desplazamiento interno, siguen estando en riesgo.

“Mi hija vivía con mi mamá (…) un día, cuando recibí a mi hija para una cita en el hospital, mi hija se me lanzó a los brazos llorando muy fuerte. Yo presentí algo. Cada vez que veía a mi hija le preguntaba si alguien la tocaba, pero ella siempre me contestaba: “mmmhhh”. Nunca me decía si sí o si no. Había como un miedo en ella”, explica Dolores Ramírez –nombre ficticio que utilizamos por seguridad-, una hondureña que se unió a una de las caravanas de personas migrantes centroamericanas que huían de Guatemala, Salvador y Honduras en dirección a México y Estados Unidos.

“Yo la llevé al doctor, la revisé, la bañé y la chequeé. Le pregunté si alguien la tocaba y ella solo lloró y lloró y mencionó el nombre de esa persona. Era el compañero de mi mamá. Mi amiga enfermera, junto con algunos médicos, revisó a la niña y me dijeron que sí había sucedido algo. Luego nos llevaron para la Fiscalía. Desde entonces hasta ahora comenzó mi calvario”, relata a una de nuestras compañeras del equipo de Médicos del Mundo en Guatemala, donde consiguió llegar tras un tedioso camino lleno de miedo e incertidumbres.

“Pasó mucho tiempo hasta que a esta persona que había abusado de mi hija la detuvieron. Él estuvo detenido todo el tiempo hasta que nosotras hacíamos las declaraciones finales, luego lo sentenciaron en septiembre y se declaró culpable. El juez le preguntó que porqué lo había hecho, y él dijo que por tentación.

Yo empecé a pensar que algún día tenía que irme de allí porqué mi mamá se refería a mi hija como “la prostituta” y cuando hablaba de mí, decía: “esa perra ya murió para mí”. Un día me amenazó, me dijo que le iba a dar mi número y mi dirección a la familia de su compañero, porque nosotras no merecíamos vivir”, explica Ramírez, motivo por el que emprendió la huida junto a sus dos hijos.

En Honduras no he podido encontrar ayuda, sí la solicité: fui a ACNUR, fui a la Casa Mujer de Honduras y decían que me iban a dar asilo por dos meses, nada más, pero esto es algo que no me servía. Fue en ese momento que escuché lo de la caravana y, entonces, sin dinero en mi bolsa, sin importarme lo que íbamos a sufrir los tres, decidí salir.”, detalla esta hondureña que, como tantas personas migrantes que podrían pedir asilo en los países de llegada y que han sufrido diferentes situaciones de vulneración de los derechos humanos no lo solicitan por desconocimiento u otras razones..

Desde nuestra experiencia en la región, solicitar asilo internacional es la última alternativa para muchas personas, cuando ya agotaron las demás”, así lo asegura Alberto Hernández, técnico del área de psicología en Médicos del Mundo en El Salvador. “Aquí, el desplazamiento forzado es una situación que viven miles de personas desde hace años y que muchas veces desemboca en solicitudes de asilo a otros países, un proceso largo y complicado”.

De pronto, algo altera sus planes de vida: “Un ente criminal que pueden ser cárteles, coyotes, pandillas, etc. Inclusive, agentes estatales, que te fichan por vivir en determinada zona y dicen que perteneces a un grupo pandilleril y te obligan a irte”, detalla Hernández. Un giro en las vidas de estas personas convierte la huida en la única opción.

Estas personas pasan de albergue a albergue porque, por motivos de seguridad, no pueden permanecer más de tres meses en estos espacios. Sin vivienda o un lugar seguro donde poder echar raíces, optan por irse del país, ya que tampoco tienen nada que esperar por parte de instancias gubernamentales para solventar sus necesidades.

No suelen ir a instituciones de gobierno porque no confían en ellas, ni en la policía, pues dicen que son los mismos agresores; no ponen denuncias porque dicen que es un proceso largo y que no harán nada”, explica Hernández.

El proceso de solicitud de asilo tiende a tardar un año y medio o dos. Mientras tanto, buscan lugares seguros para vivir temporalmente, en este caso los llamados albergues de casa cerrada. Viven en condiciones de confinamiento y no pueden salir, no porque no quieran, sino porque si salen, su vida corre riesgo. Cuando las personas llegan a los albergues y se someten al proceso de solicitud de asilo reciben atención de enfermedades no tratadas y psicosociales especializadas. “Lo que buscamos es generar mecanismos de afrontamiento y prevención en caso de estrés adaptativo y otras afecciones no atendidas”, añade.

Estas son algunas de las tantas historias que Médicos del Mundo encuentra en los países de salida, tránsito y destino en Mesoamérica. Aquí, estamos presentes tanto en Honduras, Guatemala y El Salvador, como en México. Desde 2017, trabajamos con una estrategia mesoamericana, teniendo como ejes la migración y el desplazamiento forzado, los derechos sexuales y reproductivos, la prevención de la violencia contra las mujeres y la atención sanitaria a las personas en su desplazamiento por la región.

En este contexto, recordamos a los gobiernos de los Estados Unidos y de México, en el marco del Día Mundial de las Personas Refugiadas, el compromiso de cumplir con una política global humanitaria con medidas específicas que aseguren la protección efectiva de los derechos de las personas refugiadas, solicitantes de asilo y migrantes, entre otros colectivos que viven en situación de especial vulnerabilidad.