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BURKINA FASO: UNA CRISIS (IN)VISIBLE

Fotografía: Olympia de Maismont

BURKINA FASO: UNA CRISIS (IN)VISIBLE

¿No vemos las cosas, no nos las muestran o no nos paramos a verlas? ¿Un poco de todo? ¿Se nos escapan a la vista casi dos millones de personas huyendo de sus hogares? ¿No vemos 3,53 millones de personas que no pueden asegurar sus alimentos? ¿Casi 600 000 personas al borde de la hambruna, no las ves? La crisis humanitaria en Burkina Faso no es todo lo visible que quisiéramos. Te proponemos mirar esta realidad desde otro prisma, situarte en un lugar que te permita ver, conocer e involucrarte en una de las crisis humanitarias más flagrantes de la actualidad. 

Crisis humanitaria

Burkina Faso vive una situación muy complicada en los últimos años. El número de personas desplazadas internas, es decir la que se han visto obligadas a abandonar sus hogares y buscar refugio dentro de su país, alcanza ya los casi dos millones de personas A veces, las familias han tenido que dejar sus hogares, una, dos y hasta tres veces debido a la violencia que vive la región. Cada vez más personas se ven obligadas a huir, no de sus ciudades de origen, sino de los lugares en los que ya se habían refugiado anteriormente. El acceso a necesidades básicas como el agua, alimento, o un centro de salud, se vuelve casi inalcanzable para muchas personas en este contexto, azotado por continuos enfrentamientos y violencia de grupos armados, que vive no solo Burkina Faso sino gran parte de la región africana del Sahel desde  2012. 

 

 

Violencia, inseguridad, hambre y enfermedad: una se enlaza a la otra formando una cadena inseparable. Según los resultados del Cadre Harmonisé (CH) de noviembre de 2022 -marco analítico sobre seguridad alimentaria-, 3,53 millones de personas padecerán inseguridad alimentaria severa, es decir, no podrán acceder a alimentos entre junio y agosto de 2023, temporada sin cosecha entre el fin de la anterior y el inicio de la siguiente recolección, incluyendo 566 321 personas al borde de la hambruna. Cinco provincias al norte del país se encuentran en la llamada fase crítica (fase 4), la última antes de la hambruna. También es difícil el acceso al agua: más de 2,5 millones no tienen acceso al agua mínima necesaria debido, entre otras cosas, a la inseguridad en los trayectos para ir a buscarla y a la destrucción de los puntos de agua. 

La multiplicación de los ataques violentos ha llevado a más personas a huir entre enero y julio de 2022 que durante todo el año 2021. La población de París es de 2,2 millones de habitantes, aproximadamente, y la de Barcelona 1,6 millones. Este desplazamiento significaría ver una ciudad como Barcelona completamente desierta. La crisis de desplazamiento en Burkina Faso sigue siendo una de las tres de más rápido crecimiento en el mundo. 

La mayoría de la población desplazada interna está expuesta a riesgos de seguridad como la falta de privacidad, agresiones físicas y/o sexuales y otros tipos de violencia de género, especialmente las mujeres y niñas. También provoca una situación de alerta constante, lo que se traduce en ansiedad y altos niveles de estrés, angustia emocional y deterioro de las estrategias para hacer frente a la situación. 

Además, aunque es uno de los países que menos contamina del mundo, es uno de los que más sufren sus consecuencias. Las comunidades están experimentando una época de escasez debido a la catastrófica temporada agrícola, que está resultando en una fuerte crisis alimentaria. La campaña agrícola y ganadera pasada se ha visto fuertemente afectada por los efectos del cambio climático, provocando pérdidas de producción del 40 al 80%.  

La irregularidad de las lluvias, la debilidad de las infraestructuras y el deterioro de la calidad del agua son factores que pueden causar escasez de cultivos, lo que aumenta los casos de desnutrición o enfermedades relacionadas con el agua, el saneamiento y la higiene, como las enfermedades diarreicas. Esto, combinado con ataques terroristas que impiden las actividades agrícolas, induce al abandono de los campos. Los efectos del cambio climático, los desplazamientos masivos y el aumento del coste global de los cereales afectan a más de 3,53 millones de burkineses. 

Según el informe del Consejo Noruego para los Refugiados, publicado el pasado junio sobre las crisis con población desplazada más desatendidas del mundo, por primera vez los diez primeros puestos están en África. Entre ellos, Burkina Faso ocupa el segundo lugar, por delante de países como Sudán del Sur y Mali, y solo por detrás de la República Democrática del Congo. La de Burkina Faso es, en definitiva, una crisis múltiple: de seguridad, económica, política y climática. La situación nos preocupa más que nunca.  

La salud

Cuando se sienten enfermas en un entorno así, ¿qué capacidad tienen las personas de poder ir a su centro de salud? ¿Qué acceso a la salud tienen realmente? La violencia y el contexto de crisis humanitaria en general ha llevado al cierre o el desmantelamiento de muchos centros de salud y hospitales. Más de 200 centros de salud han tenido que cerrar, lo que ha dejado sin acceso a atención sanitaria y nutricional a más de 2 millones de burkineses y burkinesas. Según datos del Ministerio de Sanidad, el 44% de los centros sanitarios (632 infraestructuras) en ocho regiones del país se ven afectados por la inseguridad: 202 de ellos están completamente cerrados y 430 con un funcionamiento intermitente o disfuncional. Esta situación hace que ahora los centros de salud estén más lejos de la población y que haya más distancia entre ellos. 

El acceso a la salud es decreciente y sigue siendo muy limitado. Por ejemplo, en las regiones de Sahel y Centro-Norte las personas tienen una cobertura de salud del 45% en atención primaria. Se estima que 1,3 millones de personas sufren falta de acceso a los servicios de salud en las regiones donde Médicos del Mundo trabajamos, en un contexto marcado por epidemias como la meningitis, el cólera, el sarampión y la COVID-19, entre otras. Además, el personal de salud cualificado huye y migra hacia los centros urbanos o la capital, lo que marca una alta rotación y ausencia de profesionales en los centros de salud rurales. 

El aislamiento de la comunidad, la falta de abastecimiento de medicamentos, combustible y el éxodo de trabajadores de la salud que mencionábamos, no permiten que las estructuras de salud funcionen de manera óptima. Por ejemplo, solo un agente de salud estatal trabaja en la unidad de tratamiento interno de la malnutrición en Djibo en comparación con los 7-9 agentes antes del bloqueo por la situación de violencia actual. 

Tanto así que, en el último año de trabajo, desde Médicos del Mundo hemos detectado una disminución drástica de la afluencia mensual de pacientes en todos los distritos sanitarios, debido a la inseguridad que limita considerablemente el movimiento y el acceso a los servicios de salud. 

En efecto, los riesgos de secuestro de vehículos, explosión de minas artesanales, ataques fortuitos, raptos o la prohibición de conducir motos y triciclos no favorecen el acceso físico a los servicios de salud, por lo que los niños y niñas con desnutrición aguda severa con complicaciones médicas muy a menudo llegan con un pronóstico muy grave. Esta situación tampoco facilita la realización de actividades de supervisión sanitaria. 

Además, también cabe señalar la falta de recursos del sistema sanitario, el frecuente desabastecimiento de medicamentos e incentivos para el personal sanitario. Los centros trabajan por encima de sus capacidades, por lo que, a pesar del soporte constante de equipamiento y consumibles médicos, aún son necesarios más recursos. El pago irregular de los agentes de salud comunitarios por parte del Estado provoca su desmotivación y algunos han abandonado sus pueblos por la inseguridad. 

 

Morir de hambre en 2023 

 

Según las estimaciones del IPC (Integrated Food Security Phase Clasification), cerca de 400 000 niños y niñas menores de cinco años probablemente sufrirán desnutrición aguda entre agosto de 2022 y julio de 2023. De estos, se estima que casi una cuarta parte sufra desnutrición aguda severa. También se calcula que alrededor de 80 000 mujeres embarazadas o en período de lactancia sufran desnutrición aguda en este período. Las cifras hablan por sí solas y constatan la tendencia general de deterioro de la situación nutricional respecto al año anterior. 

Si bien el apoyo focalizado ha permitido mejorar la calidad del tratamiento integrado de la desnutrición aguda (94,91% de recuperación a 31 de octubre de 2022), los desafíos persisten. En el tratamiento ambulatorio de la desnutrición aguda severa, la disfunción de los centros persiste debido a la inseguridad y a la rotación del personal sanitario. 

En diciembre de 2022, la tasa de mortalidad en la Unidad de Tratamiento Interno de la Desnutrición en el Hospital de Dori se mantiene alta (20,38%), al igual que la tasa de mortalidad en las primeras 24 horas (52,19%), signos de derivación tardía de niños/as con desnutrición aguda severa y complicaciones médicas. Las principales causas de muerte aquí han sido shock (hipovolémico, séptico) con el 46,03% de los casos; seguido de sepsis (14,29%), anemia severa y deshidratación (12,69% cada una), e hipoglucemia; con el 6,35%.  

Respuesta humanitaria

Ante este contexto de crisis, las comunidades de acogida de todo el país han mostrado una fuerte solidaridad acogiendo a decenas de miles de personas desplazadas, abriendo sus casas y compartiendo sus alimentos durante meses, a veces años. Ha aflorado así un apoyo mutuo como respuesta a esta fuerte crisis, a pesar de los inmensos desafíos para proporcionar refugio, agua, atención sanitaria y educación, entre otros servicios esenciales. Sin embargo, muchas poblaciones de acogida también se ven afectadas por la pobreza extrema y la presión sobre los ya escasos recursos. Por ello, ciudades que apenas contaban con medios, por ejemplo en atención sanitaria, han visto duplicadas, incluso triplicadas sus poblaciones.  

En Médicos del Mundo creemos que los esfuerzos de la comunidad internacional para proporcionar asistencia que salven vidas deben estar a la altura del esfuerzo que estas personas están haciendo. Y es que a pesar de esta dramática situación, la financiación disponible en 2022 para hacer frente a la crisis humanitaria en el país es solo el 38% del presupuesto necesario estimado para ese año. La Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) estima que faltan 496 millones de dólares para llevar a cabo las acciones humanitarias mínimas esenciales para hacer digna la vida de las personas. Los sectores con mayores necesidades de financiación son salud, seguridad alimentaria y agua, saneamiento e higiene. El sector salud solo ha recibido un 37% de la financiación necesaria.  

Aunque Burkina Faso no está en la última lista de crisis olvidadas que elabora la Unión Europea, cumple casi todos los indicadores que definen a una crisis como olvidada: índice de riesgo (7: alto riesgo, Inform risk), severidad de la crisis (1: alta, Severity risk), cobertura mediática y ayuda humanitaria per cápita (38% de necesidades humanitarias financiadas). 

¿Cómo responde Médicos del Mundo España a esta crisis humanitaria? 

 

Médicos del Mundo contribuye a la respuesta humanitaria en las regiones burkinesas de Sahel y Centro-Norte con el apoyo financiero de la Agencia Europea de Ayuda Humanitaria (ECHO) con un enfoque multisectorial en el que trabajamos la nutrición, la atención primaria y secundaria, así como apoyo al funcionamiento de centros sanitarios y hospitales, salud maternoinfantil, salud mental y apoyo psicosocial, además de tratamiento médico y psicológico en respuesta a la violencia de género. Todo ello lo hacemos en apoyo al sistema público de salud y en colaboración con organizaciones comunitarias.  

En Médicos del Mundo apoyamos la atención integral, gratuita y de calidad de los menores de 5 años con desnutrición severa en los centros de salud y hospitales regionales del Sahel y Centro-Norte. También apoyamos al personal sanitario estatal en la atención ambulatoria y en la recogida y análisis de datos, gestión de derivaciones, etc, con el fin de reducir la mortalidad materna e infantil.   

Nuestro trabajo en el país africano busca mejorar el acceso de la población más joven a la salud sexual y reproductiva a través de programas educativos, mejora de los servicios sanitarios y prevención de embarazos prematuros. Trabajamos para proporcionar atención sanitaria primaria, salud mental y atención a supervivientes de violencia de género, así como a las personas más vulnerables y necesitadas de la región del Sahel y en la vecina región Centro-Norte. 

También reforzamos la formación del personal sanitario, el mantenimiento de equipos médicos y técnicos en los centros de salud. Apoyamos al sistema público de salud en recursos humanos, con el fin de compensar el cierre de los establecimientos de salud y fortalecer con servicios mínimos. También damos formación continua y seguimiento formativo del personal sanitario, para asegurar el cumplimiento de los protocolos y estándares de calidad. En nuestra respuesta, priorizamos los centros en los distritos identificados como menos eficientes y afectados por la inseguridad o en riesgo de deterioro de la salud y la nutrición. 

Médicos del Mundo trabajamos en Burkina Faso desde el año 2002 y, gracias a la financiación de ECHO, trabajamos en la región Sahel desde 2012. Gracias a esta financiación, Médicos del Mundo comenzó apoyando las unidades de atención interna en casos de desnutrición severa (UPCI por sus siglas en francés) de Gorom-Gorom y Djibo, en colaboración con Médicos del Mundo Francia, y posteriormente desde 2016 apoyamos las UPCI de Djibo y Dori en colaboración con la Cruz Roja (además del apoyo en la región suroeste en 2017 y 2018). Desde 2019, intervenimos además a nivel de la UPCI de Kaya y en el distrito sanitario de Tougouri, ambos en la región Centro Norte. 

     

Galería

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La exposición

 

 

 

Es arte para pensar. En Médicos del Mundo, que trabajamos en Burkina Faso desde 2002, queremos llamar la atención sobre la actual situación que vive el país y para ello hemos creado una exposición creativa en la que jugamos con la invisibilidad y visibilidad de una crisis humanitaria como la este país. 

Con la exposición, que puede visitarse en la Biblioteca María Zambrano de la Universidad Complutense durante el próximo mes y que después irá itinerando por otros lugares, el espectador se sitúa frente a tres tótems que a simple vista son superposiciones que se mezclan, siendo un concepto visual al que hay que acercarse, mirar y remirar para descubrir las diferentes fotografías y por tanto situaciones de la crisis humanitaria del país. El concepto trata de mostrar que a simple vista hay situaciones invisibilizadas, pero que solo hay que indagar un poco para poder ver y ser conscientes de las diferentes caras de una realidad.